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la materia del caos se movía de repente y de ella partían unos zarcillos negros que se elevaban hacia el cielo.
Elric no respondió.
Se encontraban ya en el centro de la flota enemiga, los barcos de su escuadrón los seguían de cerca, sus enormes
remos partían la espuma de las olas. Las máquinas de guerra de su propia flota no cesaban de lanzar mego y piedras
contra el enemigo. Sólo unas pocas embarcaciones del grupo de Elric logró romper la avanzada enemiga y alcanzar
el mar abierto para dirigirse hacia la nave insignia de Jagreen Lern.
En cuanto fueron descubiertos, los barcos enemigos acudieron a proteger a la nave insignia, y las brillantes
naves de la muerte, moviéndose a una velocidad increíble para su tamaño, protegieron el navio del Teócrata.
Gritando por encima del rumor de las aguas, Kargan ordenó a su menguado escuadrón que adoptara una nueva
formación. Dyvim Slorm sacudió la cabeza, sorprendido.
 ¿Cómo pueden unos mastodontes así aguantarse en el agua?  le preguntó a Elric.
 En realidad no se aguantan.
Mientras su barco maniobraba para quedar en la nueva posición, observó las gigantes embarcaciones, veinte en
total, que empequeñecían cuanto flotaba en el mar. Parecían cubiertas por una especie de fluido brillante en el que
relucían todos los colores del espectro, de modo que resultaba difícil distinguir sus siluetas y las tenues figuras que
se movían por sus cubiertas gigantescas apenas se veían. En el aire comenzaron a flotar restos de materia negra que
iban depositándose cerca del agua; entretanto, desde la cubierta inferior, Kargan gritó:
 ¡Mirad! ¡El Caos se acerca! ¡Cómo vamos a luchar contra eso!
 ¡Debemos intentarlo!  gritó Elric sacudiendo la cabeza . Debemos atacar.
Kargan dio la orden con voz más aguda de lo acostumbrado.
Una amarga inquietud se apoderó cíe Elric al aferrarse de la borda para no balancearse. Dyvim Slorm masculló:
 Vamos hacia la muerte, Elric. No hay hombre que voluntariamente quiera acercarse a esas naves. ¡Sólo los
muertos se sienten atraídos por ellas, y ni siquiera ellos van con gusto!
Pero Elric hizo caso omiso de lo que su primo le decía.
Un extraño silencio descendió sobre las aguas y el sonido rítmico de los remos al golpear las olas se oyó
claramente. La flota de la muerte los esperaba, impasiva, como si no necesitara prepararse para la batalla. El albino
aferró con fuerza la empuñadura de Tormentosa. La espacia respondió al latir de su pulso moviéndose en su mano
al ritmo de su corazón, como si estuviera unida a él a través de las venas y las arterias. Se encontraban tan cerca de
las naves del Caos que lograron ver mejor las figuras que se agolpaban en sus amplísimas cubiertas. Espantado,
Elric creyó reconocer las caras desoladas de algunos cíe aquellos muertos.
Las aguas se agitaron, formaron espuma y parecieron tratar de elevarse para volver a caer.
Desesperado, Elric le gritó a Kargan:
 ¡No tenemos escapatoria! ¡Obliga al barco a virar para que esquive la flota del Caos, intentaremos llegar a la
nave de Jagreen Lern por la popa!
Bajo las órdenes del experto Kargan, el barco viró para evitar a las Naves del Infierno describiendo un amplio
semicírculo. Sobre el rostro de Elric cayó una nube de rocío que envolvió las cubiertas con una blanca espuma. A
través de aquella nube apenas lograba ver mientras se alejaban de las naves del Caos que habían trabado ya
combate con otras embarcaciones y las destrozaban alterando la naturaleza de su madera, mientras los desgraciados
tripulantes se ahogaban o adoptaban unas formas extrañas.
A sus oídos llegaron los gritos desesperados de los vencidos y el tronar triunfante de la música de la flota del
Caos que avanzaba dispuesta a destruir las naves de los Señores del Mar. La nave insignia se zarandeaba de mala
manera y resultaba difícil de controlar, pero al menos habían logrado alejarse del grueso de la flota infernal y se
dirigían hacia la popa de la embarcación de Jagreen Lern.
A punto estuvieron de ensartar a la nave del Teócrata con el espolón, pero fueron desviados de su curso y
tuvieron que volver a maniobrar. De las cubiertas enemigas partieron innumerables flechas que cayeron sobre ellos. [ Pobierz całość w formacie PDF ]

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